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Marina Berdalet - Exposicions - Silencis - Cal Balaguer del Porxo - Vilafranca del Penedès - 2003 - Portada Catàleg

Silencios

Marina Berdalet
2003
Foro Berger Balaguer
Vilafranca del Penedès

Descripción

Simplicidad carnal

 

¿Por qué estos dibujos? ¿A qué responde su extraña –inquietante– belleza? Lo cierto es que la belleza debe permanecer inexplicada si no quiere convertirse en algo simplemente bonito. Ahora bien, lo simplemente bonito nunca llega a interesarnos –no es, de hecho, digno de interés-. Sólo lo interesante es capaz de detenernos. Probablemente, sólo nos interese lo que nos invita –o, ¿más bien, deberíamos decir obliga?– a escuchar. Hay belleza donde se nos convoca a una especie de silencio elocuente. Y hay que decirlo: hay belleza en estos dibujos de Marina Berdalet. Su cadencia nos obliga a callar porque, quizás sin quererlo, nos entrega a un silencio blanco, inocente y, por tanto, cruel.

 

Nos encontramos ante una confirmación de lo que decía Pavese a propósito de la escritura: no hay arte sin obsesión, y –afortunadamente para nosotros– Marina Berdalet tiene un arte y, por tanto, una obsesión que ofrecernos. Quien tiene una obsesión tiene una búsqueda. Y Marina Berdalet quiere con feliz insistencia capturar lo que escapa a todo sistema de clasificación: la transición entre la vida y la muerte, la esencia misma del tiempo. Ella ha entendido que el instante es lo desprovisto de dirección y, por tanto, de sentido. Aparentemente estos dibujos representan el tiempo de la descomposición. Sin embargo, y por la misma naturaleza neutra –divina– del tiempo, también podría tratarse de lo contrario –del tiempo de la resurrección. Marina Berdalet ha comprendido –ha visto– la naturaleza de toda belleza, la indiferencia entre la vida y la muerte.

Aquí se despeja, quizá con decidida virulencia, la común distinción entre la vida vegetal y animal. En cada una de estas flores se representa la carnalidad de cualquier existencia. A pesar de su bondad son, estrictamente, flores carnívoras. Toda vida es vida en la carne –y, por tanto, en el deseo. Estas formas, entregadas a la muerte, desean desesperadamente y, sin embargo, serenamente –como sólo puede desear un cuerpo más allá del Mundo, un cuerpo definitivamente bello.

Porque hay belleza hay soledad. Las formas de estas flores animalizadas quedan abandonadas sobre un blanco sin misericordia –un blanco que tanto nos recuerda al de los retratos del Avedon. La soledad del objeto es, sospechamos, lo que el Arte verdadero busca. La desnudez –el desnudo– quizá sea el único contenido del Arte.

 

El Arte aspira, así, a representar el alma -la imposibilidad de reconocernos en la efectividad, el éxito del cuerpo. El alma no es más que la soledad de la carne. Como Lucien Freud, Marina Berdalet nos expone la más íntima verdad de la existencia, de la única forma en que puede hacerlo quien tiene el don de la sensibilidad: ofreciéndola como resto invisible de la materia.

 

Estas formas tan carnales y atemporales nos demuestran, una vez más, que toda belleza –toda espiritualidad– nos entrega a la soledad definitiva del cuerpo.

 

j j cobbo

Imágenes de la exposición